(Alcalá de Henares, España, 1547 - Madrid, 1616) Escritor español, autor de Don Quijote de la Mancha (1605 y 1615), obra cumbre de la literatura universal. La inmensa fama de este libro inmortal, que parte de la parodia del género caballeresco para trazar un maravilloso retrato de los ideales y prosaísmos que cohabitan en el espíritu humano, ha hecho olvidar la existencia siempre precaria y azarosa del autor, al que ni siquiera sacó de la estrechez el fulgurante éxito del Quijote, compuesto en los últimos años de su vida.
De la Historia:
Marco Historico:
Personajes Principales:
Don Quijote
Sancho Panza
Dulcinea
Retorica:
hyperbola- "El segundo religioso ... comenzó a correr más ligero que el mesmo viento"
metáfora- El rubicondo Apolo... es el sol
apóstrofe- Don Qujote se dirige varias veces a Dulcinea- "Acorredme, señor mía, en esta primera afrenta que a este vuestro avasallado pecho se le ofrece..."
CAPÍTULO 1
En este capítulo se nos presenta a Alonso Quijana como un hombre no excesivamente rico, incluso se podría decir que era más bien pobre.
También no describe la edad de este peculiar personaje "50 años" y de su peculiar ama de llaves que pasaba de los 40.
Este buen hombre tenía era de complexión recia, madrugador y gran aficionado a la caza.
Este peculiar personaje era gran amante de las novelas de caballería y tenía como escritor favorito a Feliciano de Silva. Tal fue la obsesión por estos libros de caballería que decidió convertirse en caballero. Para llevar a cabo esta extraña aventura tubo que coger y limpiar las armas de sus bisabuelos, las cuales tuvo que preparar para su uso.
Para poder convertirse en un buen caballero necesitaba las siguientes cosas:
Un nombre para él mismo: pues todo caballero que se precie tenia un nombre apropiado para tal faena. Decidió ponerse como nombre Don Quijote de la Mancha, idea que sacó de Amadís de Gaula. Un nombre para su caballo: Al cual puso como nombre Rocinante, ya que el pobre caballo no se encontraba en su mejor momento. Una mujer a la cual dedicarle todos sus triunfos y glorias, ya que en aquellos tiempos un caballero no podía comportarse como tal si no tenía una mujer a la que dedicarle sus triunfos.
CAPÍTULO 2 En este capítulo se nos narra como Don Quijote a medida emprende su primera salida antes del amanecer.
Por el camino se iba haciendo preguntas sobre él mismo y sobre su futuro como caballero y llego a la conclusión de que en realidad no era un caballero pues no llevaba armas blancas como cualquier los caballeros de sus novelas, pero después de mucho pensar pudo mas su locura que su cordura pues siguió pensando que era un perfecto caballero. A medida que cabalgaba iba imaginándose que sería un caballero famoso y que aparecería en los libros de caballería por sus grandes hazañas.
Comenzó a anochecer y Don Quijote se introdujo en una venta para pasar la noche. Allí encontró a dos mujeres a las cuales comenzó a elogiar y alabar, las dos mujeres comenzaron a reírse de su forma de hablar y de que no se daban por aludidas de tales piropos. Don Quijote comenzaba a enojarse, pero en ese momento apareció el ventero que le ofreció comida, un lugar para dejar el caballo y un buen lugar para dormir.
CAPÍTULO 3 En este capítulo Don Quijote se arma caballero. Para que este nombramiento fuese valido Don Quijote le pidió al ventero que le nombrara caballero, dándole sus razones de porque este nombramiento.
El ventero acepto a este extraño nombramiento pensando que Don Quijote estaba loco y que él a su vez ganaría un buen dinero. Para que este nombramiento fuese valido las armas del caballero deberían poner las armas a velar en la capilla, pero como allí no había capilla, ya que supuestamente se estaba construyendo, pusieron a velar las armas en el patio y de esta manera Don Quijote permanece vigilandolas durante todo el día para que no se las robaran. Don Quijote se tuvo que enfrentar con dos hombres que pretendían robarles hasta que apareció el ventero y puso paz. Al final Don Quijote fue nombrado caballero a la vieja usanza, dando dos toques con la espada en los hombros del caballero. Una vez acabado el nombramiento las dos mujeres se quedaron sorprendidas y le dijeron a Don Quijote que le servirían de por vida, entonces Don Quijote pregunto sus nombres y dijo que desde entonces se llamarían por Doñas. Al final todo quedo en nada y Don Quijote se marcho al amanecer.
CAPÍTULO 4
En este capítulo Don Quijote se va de la venta y vuelve al pueblo a recoger dinero y a buscarse un escudero.
Por el camino oye unas voces y se dirige hacia ellas. Una vez allí ve como un señor está azotando a un niño, en ese momento Don Quijote ordena al señor que pare a menos que se quiera enfrentar con él, entonces el señor se detiene. Entonces Don Quijote le pregunta al señor que porque estaba pegando al pobre niño, el señor responde que el niño le había perdido una ovejas y el niño alega que él lleva 9 meses sin pagarle. Don Quijote hace jurar al señor que pagaría al niño y que le dejaría libre. Posteriormente Don Quijote se va y prosigue su camino. Al irse Don Quijote el señor vuelve a azotar al niño y este le dice que va a buscar a Don Quijote.
Don Quijote prosigue su camino y se encuentra a dos mercaderes a los cuales les cuenta la belleza de su amada dulcinea. Estos mercaderes, para satisfacerse, le asienten diciendo que si pero que será manca y tuerta. Don Quijote enojado les ataca pero con la mala suerte de que su caballo tropieza y no se consigue levantar con el enorme peso de las armas. Los mercaderes le atacan y le rompen la lanza. Más tarde ambos mercaderes se van y abandonan a Don Quijote.
CAPÍTULO 5
Don Quijote desgraciado empezó a recordar uno de los libros que había leído y empezó a recitar en alto. Por suerte para Don Quijote pasó por allí que le reconoció como Quijana y le ayudó a levantarse cargando las armas de Don Quijote sobre su caballo Rocinante. El hombre le preguntaba a Don Quijote constantemente como estaba pero Don Quijote le respondía constantemente con versos de los tantísimos libros que había leído. Por el camino Don Quijote iba desvariando constantemente y citando libros que había leído.
A una hora en la que nadie pudiera ver al hombre entrar en la casa de Don Quijote con el propio Don Quijote mal herido entraron ambos en el pueblo. Allí se encontraban su mujer, la sobrina, el cura, y el barbero.
Cuando habían curado a Don Quijote este explico que le habían herido 10 gigante. Cuando Don Quijote se fue a la cama el hombre explico todo lo que Don Quijote había estado diciendo durante el viaje.
CAPÍTULO 6
El cura y el barbero le pidieron al ama de Don Quijote las llaves de la biblioteca de Don Quijote para quemar todos los libros de Don Quijote.
Así el cura y el barbero decidieron quemar todos los libros de Don Quijote y en especial los de caballería, y entonces cogieron todos los libros de Don Quijote y en especial los libros de caballería, para llevar a cabo su plan decidieron quemarlos en el corral para que nadie se pudiese ofender o molestar. El cura y el barbero decidieron quemar casi todos los libros a excepción de alguno como pudo ser el Amadís de Gaula.
Cuando ya habían quemado todos los libros grandes se dispusieron a quemar todos los libros de pequeño tamaño que trataban de pastores y de amoríos. Quemaron todos los libros a excepción de uno o dos que conservaron para leerlos ellos posteriormente.
CAPÍTULO 7
Don Quijote se despertó dando voces, ya que estaba desvariando y se creía que estaba luchando con muchos enemigos. Acto seguido comenzó a hablar de libros de caballería, el cura y el ama de llaves de Don Quijote le dieron de comer y le volvieron a acostar para que se relajara y descansara.
El cura, el barbero y la ama de Don Quijote decidieron poner un muro en la biblioteca de Don Quijote para que este no pudiera acceder a la biblioteca y así no se diese cuenta de que todos sus libros habían desaparecido. En el caso de que Don Quijote se acordasen de su biblioteca y preguntara por sus libros, sus amigos le dirían que había sido un mago que la hizo desaparecer mientras Don Quijote dormía. Y así fue, cuando Don Quijote se despertó y preguntó por su habitación llena de libros de caballería sus amigos le dijeron que había sido un mago que la había hecho desaparecer.
Don Quijote pasó 15 días tranquilos ya que se había propuesto buscar un escudero y conseguir dinero. Para obtener este dinero fue necesario que empeñara ciertas pertenencias suyas. Durante este tiempo encontró a un pobre hombre llamado Sancho Panza al cual le ofreció varias islas si se iba con él de aventuras.
Después de haber hecho este peculiar trato ambos aventureros se marcharon al anochecer. Durante el viaje Don Quijote y Sancho estuvieron hablando sobre la isla que le había prometido Don Quijote a Sancho.
CAPÍTULO 8
Por el camino Don Quijote y Sancho se encuentran con unos molinos de viento y Don Quijote creyéndose que son gigantes se dispone a atacarlos con su lanza. Sancho le dice que no son más que molinos, pero Don Quijote se empeña en atacarlos ya que él piensa que son gigantes malvados, como consecuencia Don Quijote tropieza con su lanza y se cae al suelo acabando así el problema de los molinos, o gigantes como seguía afirmando Don Quijote. Por el camino Don Quijote recuerda que una vez leyó como un caballero repuso su lanza con un tronco y así lo hizo Don Quijote.
Al día siguiente cuando se disponían a ir a Puerto Lápice en busca de aventuras vieron a dos monjes, vestidos con sus hábitos negros y a una mujer que iba detrás de ellos, se supone que iban todos en la misma dirección. Don Quijote se pensó que estos hombres tenían secuestrada a la señora que iba detrás de ellos, y decidió atacar a los pobres monjes. Sancho le aviso que no eran más que dos frailes pero Don Quijote no le hizo caso y atacó a los frailes. Los dos frailes salieron corriendo con la mala fortuna de que uno de ellos se calló al suelo, Sancho amablemente intento ayudar al fraile que se había caído pero dos mozos arremeten contra él y le dejan inconsciente. Don Quijote a su vez fue a presentarle sus respetos a la señora, pero el escudero de ella arremetió contra Don Quijote dejándole herido de un hombro. Capítulo 74Como las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en declinación de sus principios hasta llegar a su último fin, especialmente las vidas de los hombres, y como la de don Quijote no tuviese privilegio del cielo para detener el curso de la suya, llegó su fin y acabamiento cuando él menos lo pensaba; porque, o ya fuese de la melancolía que le causaba el verse vencido, o ya por la disposición del cielo, que así lo ordenaba, se le arraigó una calentura que le tuvo seis días en la cama, en los cuales fue visitado muchas veces del cura, del bachiller y del barbero, sus amigos, sin quitársele de la cabecera Sancho Panza, su buen escudero. éstos, creyendo que la pesadumbre de verse vencido y de no ver cumplido su deseo en la libertad y desencanto de Dulcinea le tenía de aquella suerte, por todas las vías posibles procuraban alegrarle, diciéndole el bachiller que se animase y levantase, para comenzar su pastoral ejercicio, para el cual tenía ya compuesta una écloga, que mal año para cuantas Sanazaro había compuesto, y que ya tenía comprados de su propio dinero dos famosos perros para guardar el ganado: el uno llamado Barcino, y el otro Butrón, que se los había vendido un ganadero del Quintanar. Pero no por esto dejaba don Quijote sus tristezas. Llamaron sus amigos al médico, tomóle el pulso, y no le contentó mucho, y dijo que, por sí o por no, atendiese a la salud de su alma, porque la del cuerpo corría peligro. Oyólo don Quijote con ánimo sosegado, pero no lo oyeron así su ama, su sobrina y su escudero, los cuales comenzaron a llorar tiernamente, como si ya le tuvieran muerto delante. Fue el parecer del médico que melancolías y desabrimientos le acababan. Rogó don Quijote que le dejasen solo, porque quería dormir un poco. Hiciéronlo así y durmió de un tirón, como dicen, más de seis horas; tanto, que pensaron el ama y la sobrina que se había de quedar en el sueño. Despertó al cabo del tiempo dicho, y, dando una gran voz, dijo: –¡Bendito sea el poderoso Dios, que tanto bien me ha hecho! En fin, sus misericordias no tienen límite, ni las abrevian ni impiden los pecados de los hombres. Estuvo atenta la sobrina a las razones del tío, y pareciéronle más concertadas que él solía decirlas, a lo menos, en aquella enfermedad, y preguntóle: –¿Qué es lo que vuestra merced dice, señor? ¿Tenemos algo de nuevo? ¿Qué misericordias son éstas, o qué pecados de los hombres? –Las misericordias –respondió don Quijote–, sobrina, son las que en este instante ha usado Dios conmigo, a quien, como dije, no las impiden mis pecados. Yo tengo juicio ya, libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia, que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de las caballerías. Ya conozco sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino que este desengaño ha llegado tan tarde, que no me deja tiempo para hacer alguna recompensa, leyendo otros que sean luz del alma. Yo me siento, sobrina, a punto de muerte; querría hacerla de tal modo, que diese a entender que no había sido mi vida tan mala que dejase renombre de loco, que, puesto que lo he sido, no querría confirmar esta verdad en mi muerte. Llámame, amiga, a mis buenos amigos: el cura, al bachiller Sansón Carrasco y a maese Nicolás, el barbero, que quiero confesarme y hacer mi testamento. Pero de este trabajo se escusó la sobrina con la ent[r]ada de los tres. Apenas los vio don Quijote, cuando dijo: –Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno. Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje, ya me son odiosas todas las historias profanas del andante caballería, ya conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron haberlas leído, ya, por misericordia de Dios, escarmentando en cabeza propia, las abomino. Cuando esto le oyeron decir los tres, creyeron, sin duda, que alguna nueva locura le había tomado. Y Sansón le dijo: –¿Ahora, señor don Quijote, que tenemos nueva que está desencantada la señora Dulcinea, sale vuestra merced con eso? Y ¿agora que estamos tan a pique de ser pastores, para pasar cantando la vida, como unos príncipes, quiere vuesa merced hacerse ermitaño? Calle, por su vida, vuelva en sí, y déjese de cuentos. –Los de hasta aquí –replicó don Quijote–, que han sido verdaderos en mi daño, los ha de volver mi muerte, con ayuda del cielo, en mi provecho. Yo, señores, siento que me voy muriendo a toda priesa; déjense burlas aparte, y traíganme un confesor que me confiese y un escribano que haga mi testamento, que en tales trances como éste no se ha de burlar el hombre con el alma; y así, suplico que, en tanto que el señor cura me confiesa, vayan por el escribano. Capitulo 74 Como las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en declinación de sus principios hasta llegar a su último fin, especialmente las vidas de los hombres, y como la de don Quijote no tuviese privilegio del cielo para detener el curso de la suya, llegó su fin y acabamiento cuando él menos lo pensaba; porque, o ya fuese de la melancolía que le causaba el verse vencido, o ya por la disposición del cielo, que así lo ordenaba, se le arraigó una calentura que le tuvo seis días en la cama, en los cuales fue visitado muchas veces del cura, del bachiller y del barbero, sus amigos, sin quitársele de la cabecera Sancho Panza, su buen escudero. éstos, creyendo que la pesadumbre de verse vencido y de no ver cumplido su deseo en la libertad y desencanto de Dulcinea le tenía de aquella suerte, por todas las vías posibles procuraban alegrarle, diciéndole el bachiller que se animase y levantase, para comenzar su pastoral ejercicio, para el cual tenía ya compuesta una écloga, que mal año para cuantas Sanazaro había compuesto, y que ya tenía comprados de su propio dinero dos famosos perros para guardar el ganado: el uno llamado Barcino, y el otro Butrón, que se los había vendido un ganadero del Quintanar. Pero no por esto dejaba don Quijote sus tristezas. Llamaron sus amigos al médico, tomóle el pulso, y no le contentó mucho, y dijo que, por sí o por no, atendiese a la salud de su alma, porque la del cuerpo corría peligro. Oyólo don Quijote con ánimo sosegado, pero no lo oyeron así su ama, su sobrina y su escudero, los cuales comenzaron a llorar tiernamente, como si ya le tuvieran muerto delante. Fue el parecer del médico que melancolías y desabrimientos le acababan. Rogó don Quijote que le dejasen solo, porque quería dormir un poco. Hiciéronlo así y durmió de un tirón, como dicen, más de seis horas; tanto, que pensaron el ama y la sobrina que se había de quedar en el sueño. Despertó al cabo del tiempo dicho, y, dando una gran voz, dijo: –¡Bendito sea el poderoso Dios, que tanto bien me ha hecho! En fin, sus misericordias no tienen límite, ni las abrevian ni impiden los pecados de los hombres. Estuvo atenta la sobrina a las razones del tío, y pareciéronle más concertadas que él solía decirlas, a lo menos, en aquella enfermedad, y preguntóle: –¿Qué es lo que vuestra merced dice, señor? ¿Tenemos algo de nuevo? ¿Qué misericordias son éstas, o qué pecados de los hombres? –Las misericordias –respondió don Quijote–, sobrina, son las que en este instante ha usado Dios conmigo, a quien, como dije, no las impiden mis pecados. Yo tengo juicio ya, libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia, que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de las caballerías. Ya conozco sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino que este desengaño ha llegado tan tarde, que no me deja tiempo para hacer alguna recompensa, leyendo otros que sean luz del alma. Yo me siento, sobrina, a punto de muerte; querría hacerla de tal modo, que diese a entender que no había sido mi vida tan mala que dejase renombre de loco, que, puesto que lo he sido, no querría confirmar esta verdad en mi muerte. Llámame, amiga, a mis buenos amigos: el cura, al bachiller Sansón Carrasco y a maese Nicolás, el barbero, que quiero confesarme y hacer mi testamento. Pero de este trabajo se escusó la sobrina con la ent[r]ada de los tres. Apenas los vio don Quijote, cuando dijo: –Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno. Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje, ya me son odiosas todas las historias profanas del andante caballería, ya conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron haberlas leído, ya, por misericordia de Dios, escarmentando en cabeza propia, las abomino. Cuando esto le oyeron decir los tres, creyeron, sin duda, que alguna nueva locura le había tomado. Y Sansón le dijo: –¿Ahora, señor don Quijote, que tenemos nueva que está desencantada la señora Dulcinea, sale vuestra merced con eso? Y ¿agora que estamos tan a pique de ser pastores, para pasar cantando la vida, como unos príncipes, quiere vuesa merced hacerse ermitaño? Calle, por su vida, vuelva en sí, y déjese de cuentos. –Los de hasta aquí –replicó don Quijote–, que han sido verdaderos en mi daño, los ha de volver mi muerte, con ayuda del cielo, en mi provecho. Yo, señores, siento que me voy muriendo a toda priesa; déjense burlas aparte, y traíganme un confesor que me confiese y un escribano que haga mi testamento, que en tales trances como éste no se ha de burlar el hombre con el alma; y así, suplico que, en tanto que el señor cura me confiesa, vayan por el escribano.
Clasification de Obra:
Don Quijote de la Mancha cumple con las características de la novela, las cuales mencionaré en seguida, aunque también cumple con algunas de la pieza dramática y la obra en verso. Pero en su mayoría es una novela
Critica:
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…” ¿Quién no hubiera reconocido este extracto? Muy pocos. Reseñar la obra cumbre de la literatura hispánica puede parecer, cuanto menos, complicado. Mucho es lo que se ha escrito sobre ella, y sin embargo, sigue siendo, para numerosos lectores, la gran desconocida. Enfrentarse a las abundantes páginas del Quijote se contempla como una tarea titánica, quizá reservada a unos pocos. Cervantes, relegado a no ser profeta en su tierra durante muchos siglos, aparece como un autor anticuado, pesado y difícil. No es el caso de su gran obra. Como estudiante de Filología Hispánica, no uno ni dos, sino tres (hasta la fecha), han sido mis encuentros con este canónico texto. Tras el primero de ellos, la palabra que mejor me pareció describirlo fue “divertido”. Al lector que se aproxima por primera vez, le sorprende la cantidad de carcajadas que los personajes son capaces de arrancarle. No se engañen, si el Quijote fue un best-seller en su tiempo, no lo fue precisamente por su dificultad. El humor cervantino, basado en la ironía y la parodia, lejos de haberse anquilosado con el tiempo, sigue perfectamente vivo en nuestros días. Además de un libro divertido, el Quijote es una joya para aquellos que sientan curiosidad por la literatura, ya que en él, Cervantes, con mayor acierto en unos casos que en otros, hace un repaso completo de la literatura de su tiempo: relatos psicológicos, pastoriles, de aventuras, composiciones poéticas de todo tipo… Las modas y retóricas del siglo de Oro desfilan ante nuestros ojos de manera amena y fácil de digerir, en una perspectiva mucho más cercana a la que nos ofrecería un manual. Para alguien que mire a la literatura desde dentro, o que quiera enfrentarse al monstruo de la creación novelística, el Quijote debería ser una cita imprescindible. En él encontramos, mejor que en cualquier otro texto, la novela total. Así como un catálogo de géneros, el Quijote puede considerarse también como recopilatorio de la retórica de la novela moderna (e incluso postmoderna): la creación de personajes redondos frente a los arquetipos, la utilización de un diálogo polifónico acorde, el estilo indirecto libre, la creación del suspense mediante las interrupciones, y, para concluir, el mecanismo más reutilizado en la novela hasta nuestros días, la construcción de un narrador no fiable. Quienes sientan miedo de enfrentarse a esta obra, recuerden la cómica imagen de Don Quijote empotrándose contra los molinos que él cree gigantes. En un primer acercamiento, quizás parezca que este libro es un mamotreto infumable, pero sospechen, su percepción puede estar engañándolos. https://literariacritica.wordpress.com/2012/05/09/don-quijote-de-la-mancha/
Tema Universal:
Cervantes juega con esta dualidad en diferentes planos, siempre borrando la línea entre la realidad y la irrealidad. Comienza con la cuestión de la autoría. Cervantes ficcionaliza la autoría, diciendo que encontró la traducción del texto de Don Quijote en Toledo. Dice que el autor es Cide Hamete Benengeli. Otro ejemplo es el tema de la identidad de don Quijote. ¿Es quién es o quién procura ser? También aparece este tema en el episodio de la Cueva de Montesinos. Nadie cree que don Quijote vio lo que dijo haber visto. De hecho, hay una pausa en la trama en que Cervantes dice que el traductor encontró razones escritas por Hamete sobre la duda que éste tenía con respecto a la veracidad de este cuento. En el episodio del retablo del Maese Pedro don Quijote comienza a arremeter contra los títeres, como si lo que pasara en el escenario fuera real. El espectáculo de los títeres es muy visual y su reacción se asemeja a los espectadores de una obra de teatro. Lloran, gritan y tienen miedo porquen confunden la realidad con la ficción